También tenía una duda moral sobre la continuidad de mi blog ya que hablo más de la diversidad de mi hijo que de la mía propia pero creo que puedo ayudar a mucha gente y no debemos avergonzarnos de nada. Al contrario, cada batalla ganada es para enorgullecerse.
En enero empezamos a ir a una psicopedagoga que realizaba actividades con grupos de niños. Era un cambio importante que podia resolver los conflictos que tenía, en ocasiones, en el colegio y potenciar el aprendizaje. A Miquel le prometimos un gran regalo en su cumple si aprendía a leer antes de su cumpleaños. (¿chantaje o motivación? ahí lo dejo pero le motivaba)
En febrero, fuimos al neuropediatra por primera vez con gran esperanza en que nos diera nuevas pautas. Iba con la guardia baja ya que los neuropediatras no medican, eso lo hacen los psiquiatras (eso creía yo). Después de una larga batería de preguntas a su padre y a mí sobre antecedentes, conductas, costumbres... Examinó al niño desde la punta del pelo hasta la punta del pie. En todos estos años de psicólogos en Magroc y SCMIJ no le habían hecho un exámen tan exhaustivo. El dictamen de la neuropediatra fue claro: confirmaba que el niño tenía TDAH (Transtorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) además del TEA. Resolutiva, nos extendió la receta de la medicación adecuada. No había lugar a preguntar si queriamos medicarle o no y lo peor es que creo que no hubiera sabido encontrar argumentos para rechazar la medicación. Estaba en estado de shock, era una situación que yo había rechazado durante años y ahora aceptaba con ¡esperanza! Al llevar al niño al colegio me costó contárselo a la maestra sin que se me saltaran las lagrimas. Por la tarde, me permití llorar en soledad por todas aquellas veces que me había prometido no medicar a mi hijo por una cuestión psicológica, no "rendirme" a empastillarlo y luchar con mil terapias. Por que había llegado a un punto al que no querría haber llegado nunca pero ya no había vuelta atrás. De nuevo, uno de mis firmes principios se hundía en el lodo de la realidad.
Desde que nos adentramos en este mundo azul del autismo creímos ver claramente dos bandos que algunos se empeñaban en enfrentar: Los padres que medican a sus hijos y los padres que no. Esta visión tan simplista es, a todas luces, errónea. Pero yo pertenecía al los "buenos" , a los que no medicaban a sus hijos y luchaban con mil terapias. Leía artículos de los trastornos inventados por industrias farmacéuticas y me los creía porque me interesaba esa versión de la historia.
Pero ahora estaba a punto de pasarme al "lado oscuro ". Mi hijo tiene ocupadas tres tardes y un mediodia con refuerzo en logopedia y psicológico. Apenas tiene tiempo libre y no veía resultados. No le veía avanzar. Era inhumano considerar más terapias o repaso escolar. Mi hijo también tiene derecho al descanso, a no hacer nada y a jugar como cualquier niño. A todo esto lo acompaño yo en autobús. Yo también voy muy cansada y ya no encontraba manera de motivarle a avanzar.