viernes, 19 de agosto de 2022

De luces y de sombras

 

He vuelto a la realidad, he salido de mi burbuja. Esa que cree yo misma durante la pandemia, una cárcel con barrotes de palabras. Y allí crecieron mis fantasmas, mis miedos e inseguridades. Creí que era bueno que todo eso saliera a la superficie, me sentí liberada por esa nueva yo, esa que nunca se había mostrado al mundo, enterrada por una maternidad demasiado pesada. Esa nueva yo se manifestó en textos, en palabras y gestos que nunca me había atrevido a crear pero es evidente que forman parte de mí. Todos llevamos un oscuro pasajero (permitidme plagiar a Déxter). Mi escudo social era mi maternidad, un rol aceptado pero a la vez revolucionario por mi discapacidad. Pero no busco admiración, ni aprobación. Solo hago mi vida según mi criterio y, obviamente, me voy a equivocar muchas veces y me he equivocado. Unas veces, sin querer y otras, deliberadamente. Para descubrir, ironías de la vida, que ciertas equivocaciones son un verdadero acierto.

El aislamiento social que provocó la pandemia acentuó mi lado oscuro, o quizás, no tan oscuro. Solo sombreado por la luz que irradiaba mi maternidad, esa luz que hasta me deslumbraba a mí, manteniendo en la sombra mis roles como mujer, amiga, amante, esposa. De repente, esa parte de mí volvió a pedir protagonismo a gritos, con desesperación, quizás por caminos equivocados y encontrando oídos inmaduros para el mensaje que deseaba transmitir. Pero ya no había vuelta atrás, esa parte de mí empezó a salir a borbotones, primero con palabras, después con hechos. Los cambios en tu vida empiezan con tu cambio de actitud y donde pongas el foco de interés. Ese foco se desvió de mi hijo, ya medio encarrilado en la vida, y volvió a mí, a mi perfil de escritora fuera del tema de la maternidad. Y descubrí todo un mundo, un buen número de puertas por abrir, incluso aquella que lleva al sótano de mi mente. Las he abierto todas, creo, para volver a escribir fuera del tema maternal. La mayoría se volvieron a cerrar, algunas han quedado entre abiertas, otras me iluminaron aumentando así mi sombra. Me recreé en reconocer mi sombra, esa parte de mí entumecida por la rutina y la mejor forma que conozco de darle vida es escribiendo. Si leyendo puedes vivir mil vidas, escribiendo puedes crearlas. Y eso quise hacer yo, crearlas. Crear a mi alrededor toda la fantasía que necesite en mi vida. No quiero ponerme esotérica pero la fuerza de las palabras atrajo a mi vida aquello que deseaba en muchos aspectos. Mi poder residía en mis palabras, necesitaba escribir para sentirme recompensada, o no….

He viajado, he cambiado de lugar por unos días, y me di cuenta que mi poder para atraer el amor (lo que todo el mundo buscamos, al fin de cuentas) no depende de mis escritos, de mis palabras solamente. Me he sentido apreciada y admirada, simplemente, por ser yo y por personas a las que yo, a su vez, admiraba. Su luz me ha hecho brillar ante sus ojos, o yo misma emito luz. He vuelto al plano real, a las tres dimensiones y no me he difuminado. Es más, me he reafirmado y me he hecho más fuerte.

Después de darme cuenta de todo esto, me siento libre de cargas y de responsabilidades que no me corresponden. Mis escritos van ayudar justamente a quien los lean pero no van a cambiar el mundo aunque la semillita ahí quede. Mi única responsabilidad vital es mejorar mí día a día y el de mi familia. Familia en el sentido más amplio, pero familia a fin de cuentas. He de escoger con más cuidado esos retos y ser disciplinada. Liberar mi mochila para afrontar nuevos retos con mayor ligereza.