viernes, 5 de diciembre de 2025

Día a día

Me asusta poner en negro sobre blanco lo que sucede pero quizás sea necesario, terapeutico incluso. Sería absurdo a estas alturas quejarme de mi discapacidad pero eso sumados a los años…. Soy consciente de que soy joven pero mi cuerpo no parece estar muy de acuerdo con esa opinión y cada vez tarda un poquito más en responder a mis órdenes. No escribo ni para quejarme ni para inspirar lástima o admiración, eso me resulta extremadamente agotador. Mi vida siempre ha sido así, dentro de un cuerpo que funciona diferente.

Suena el despertador y sé que no puedo remolonear. Aun con el sueño pegado a las pestañas he de realizar una maniobra de gran precisión como calzarme y pasarme a la silla de ruedas para ir al baño. Antes, con el andador, era todo más sencillo, pero ahora ha ganado la batalla conseguir no caerme, la seguridad en los desplazamientos. Realizadas las transferencias oportunas en el baño, vuelvo a sentarme en la cama para vestirme. Otra tarea que aún puedo realizar aunque sea en el doble de tiempo. Prenda a prenda, unas cuestan más que otras. He de parar a coger aliento y sopesar si pido ayuda. Lo descarto, aun no voy a renunciar a mi autonomía por completo. Hoy no. Mañana, ya veremos. 

La lentitud siempre me ha acompañado pero el dolor… El dolor es lo que peor llevo. Hace unos tres años que me acompaña. Hoy se ha levantado de mejor humor, aún es leve. Pero lo siento espiando detrás de mi hombro, acechando dispuesto a atacar. He aprendido a moverme con cuidado para no despertarlo. Es una lección dura pero necesaria: una convivencia sana y respetuosa con tu cuerpo y el dolor es básica en el día a día. 

De nuevo en la silla, me voy a la cocina, todo lo necesario para hacerme el desayuno está a mi altura, así de simple. No son horas de intentar acrobacias. Disfruto del café en silencio y en soledad. Esa soledad a veces tan odiada y otras, tan necesaria. Sentir que aun soy autónoma una mañana más sin saber hasta cuando lo seré. Pero voy a disfrutar del día de hoy. Pongo la taza en el fregadero y vuelvo al baño a ultimar mi aseo. El dolor sigue adormecido pero empieza a despertar, espero poder ponerme la chaqueta y pegar un portazo antes de que despierte del todo y así dejarlo en casa. Hoy no está incluido en mis planes. La chaqueta, curiosamente, es más difícil de poner que el invierno pasado, qué cosas… Pero huyo de casa lo más deprisa que puedo cerrando la puerta tras de mí. O mejor dicho, delante mío. Probad de cerrar una puerta desde una silla y me contáis. En fin, una vez cerrada, salgo a la calle y respiro hondo triunfante