miércoles, 22 de septiembre de 2021

Cuando la realidad supera la ficción (parte II)

 Esta entrada es la continuación del post Cuando la realidad.... de hace un año. Si no he retomado  el tema hasta ahora es por que estoy esperando una resolución judicial sobre el tema (ya se sabe, la justicia es lenta... ah! no... era ciega) . En este post anterior hablaba de la irrupción de la pandemia en nuestras vidas y después de valorar diferentes aspectos de toda esta locura os dejaba sin saber mi decisión sobre la escolarización de mi hijo. En agosto me volqué de lleno junto otros cientos de padres en intentar concienciar a la clase política que nos parecían insuficientes las medidas de prevención tomadas en los colegios y que las familias que decidieran protegerse durante una pandemia pudieran elegir la opción telemática para la educación de sus hijos. No sirvió de nada, los colegios se abrieron en septiembre para todos los niños.

Mi hijo, como muchos otros, no pisó el colegio en septiembre y octubre. Desde el primer día, el colegio comprendió mi decisión. Yo tengo una discapacidad del 90% y una espasticidad controlada con medicación y gimnasia diaria. Quizás el COVID no me mataría al no tener problemas respiratorios pero me preocupaba mas las secuelas o el COVID persistente, del que poco se habla. Mi movilidad ya es muy limitada y el último bajón físico fue por confiar en un criterio médico y ponerme la toxina butolínica. Para ofrecerme educación domiciliaria, el colegio necesitaba que el pediatra me firmara un permiso. El pediatra no lo consideraba oportuno ya que el simple hecho de que mi hijo tuviera solo un riñón no entraba en su listado de patologías que permitían educación domiciliaria y debía hablar con mi doctora de cabecera para firmar el permiso en conjunto. Mi doctora de atención primaria no consideraba que mi discapacidad fuera motivo para que mi hijo no asistiera a clase. Conseguí hablar con mi neurologo, él si empatizaba con mi preocupación pero administrativamente no podía hacer nada, todo dependía del criterio del pediatra.  Mi petición fue denegada por segunda vez. Paralelamente, seguia en contacto con todos esos padres que también se negaban a llevar a sus hijos al colegio. Mi hijo recibía educación online de un profesor voluntario y yo misma supervisaba y le explicaba las demás asignaturas. Un abogado me animó a presentar una demanda judicial contra Educació en octubre de 2020 de la cual aun no tengo noticia. Viendo todo perdido, escribí una carta a mi doctora de cabecera recordándole mi historial médico, el retroceso bestial que sufrí por seguir una indicación médica y mi firme decisión a no poner en juego la salud de mi hijo ni la mía propia. Unos días después me citaba para mala darme de mala gana el permiso firmado para dos meses. Antes de las vacaciones de navidad conocimos a nuestra profesora de educación domiciliaria. A partir de ahí todo fue a mejor. Una atención personalizada para mi hijo era lo ideal. Soy consciente que le estaba privando a mi hijo de cosas importantes pero él e veía feliz y estaba aprendiendo mas que nunca. Cuando la situación epidemiológica mejoró mi hijo iba al colegio a la hora del patio para sociabilizar. Cuando llegó la hora de renovar el permiso de educación domiciliaria tuve la gran suerte de encontrarme con una pediatra nueva que lo firmó sin darle mas vueltas al asunto hasta final de curso. Así que seguimos con la educación domiciliaria y asistiendo a logopeda y a psicóloga, donde se cumplía todo el protocolo COVID.

En julio decidimos que fuera a un nuevo esplai de verano donde se respetaba distancia y mascarilla. Mi hijo pudo disfrutar de actividades con otros niños de manera segura sin ningún problema. También nos tranquilizaba estar todos vacunados desde hace meses. Este agosto, por fin, pudimos vacunar a nuestro hijo y así empezar el instituto con mayor tranquilidad. Mi abogado sigue esperando la resolución del juicio y me aconseja que vuelva pedir educación domiciliaria pero dudo mucho que me la den con todos los miembros de la familia vacunados. Y ver a mi hijo feliz en su nuevo instituto es lo que mas me frena hacerlo. Confiemos en la vacuna. No sé si los compañeros de mi hijo están vacunados pero ojalá que así sea, es la única manera de parar esto.


Aprovecho este post para decir que la vacuna es segura y la única manera de parar una pandemia. Vacunaros y vacunad a vuestros hijos.


No hay comentarios: