miércoles, 24 de agosto de 2022

Irse de vacaciones. Toda una aventura

 Acabo de volver de vacaciones. Unos días maravillosos por una acogida familiar y amistosa excepcional pero siguiendo el tema de este blog, he de comentar un gran tema. La accesibilidad. Poco importa a la ciudad a la que fui, ya que en cualquier ciudad de España encuentras los problemas que voy a relatar. Intentas afrontar el día a día con una sonrisa aunque visitar otra ciudad suponga poner a prueba la capacidad de tu vejiga, tener que encontrar barreras cuando menos te lo esperas y cuando vuelves a la habitación del hotel (adaptada aunque con bañera con silla, cosa que nunca había probado pero fue un acierto, después de mirar tres hoteles más) te sientes derrotada y agotada por querer hacer lo que todo el mundo hace sin ningún problema. 

Durante el viaje, siempre procuramos parar en grandes áreas de servicio para asegurarnos que tengan servicios adaptados. Aun así, caímos en la trampa de ir a comer al hotel Zenit de Calahorra, aparentemente accesible por la rampa del exterior pero si al preguntar a la camarera por el baño adaptado, te contesta: "espera, lo voy a preguntar" empieza a temblar tu vejiga. Después de algunas averiguaciones, con cierta vergüenza, me muestran el "baño adaptado" en el servicio de señoras: En un cubículo estándar con la puerta abriendo hacía dentro, habían colocado una barandillla a solo un lado del wc. Esto me obligaba a realizar una transferencia arriesgada y, encima, mear con la puerta abierta. Indignada, les recordé que incumplían la ley vigente pero mi vegija siguió llena hasta la siguiente parada.  

Experiencia en Santander (extrapolable a cualquier ciudad de España)

Estuvimos en Santander, como media España, considerando la dificultad máxima a la hora de aparcar y las pocas plazas reservadas para personas con discapacidad. Ir al Sardinero suponía meter el coche en un párquing, como en cualquier gran ciudad. El Sardinero es un gran paseo marítimo precioso y accesible. Allí comimos en un gran restaurante maravillosamente bien. El juego empezó cuando quise ir al baño, el juego de las llaves, quiero decir,,,, Aunque este es menos divertido. Este juego empieza cuando pides ir al baño accesible y el camarero empieza a darte llaves para abrir la puerta del baño. Con la primera llave vas con fe ciega y arremetes contra la cerradura con seguridad y cierta urgencia y.... no encaja, no entra,,,, Suspiras y vuelves a buscar al camarero que, con cierto apuro, coge otra llave y te la da. Volvemos a probar y perder el juego. Cuando le devuelves la segunda llave, el camarero coge una tercera llave y él mismo arremete contra la puerta sin éxito. Al grito de "una discapacitada necesita ir al baño ya" vuelve a la barra. Mi urgencia básica me impidió ponerme tiquis miquis con el lenguaje empleado. Ver aparecer a la mujer de la limpieza con la llave correcta me dio la confianza de encontrar un baño adaptado impecable, como así fue, finalmente.

En Santander existen baños públicos pero el único accesible que encontramos estaba bloqueado. Hemos comido otro día en una terraza una comida maravillosa y con compañía aun mejor pero sin baño accesible, como la gran mayoría. El único restaurante que encontré con baño adaptado fue Los 100 montaditos pero eso es otra historia..... Mi familia se esforzó por encontrar una cafetería con baño accesible y resolví el tema fisiológico. La comida, como en todo el norte, estaba exquisita. Tuvimos tiempo de hacer escapadas al parque natural de Cabárceno y a la Cueva del Soplao. ambos destinos catalogados como accesibles.  Incluso el parque de Cabárceno fue comentado por una web sobre turismo accesible pero mi opinión es algo distinta. 

Cabárceno es un espacio natural donde viven todo tipo de animales en semilibertad. Se puede visitar andando, en coche o teleférico. Nos decidimos por nuestro propio coche e ir bajando donde nos interesara. Visitar un parque así, donde prima la comodidad de los animales, supone que estos buscan el refugio en las sombras, hubiera sido buena idea tener unos prismáticos..... En la parada de Gorilas/tigres hay una tienda, máquinas de bebídas y baños adaptados (con solo una barandilla al lado derecho del wc)

Los osos se podían ver a traves de una pasarela encima de ellos pero para acceder a ella, había que superar una empinada cuesta pero los vi perfectamente ya que estaban todos debajo de la sombra que proyectaba la propia pasarela y se veían perfectamente desde el párquing. Al otro lado, un gran espacio sabánico acogía a cebras, jirafas y avestruces. La cerca del espacio estaba rodeada por una acera sin rebaje. No es muy importante, ya que los animales no estaban precisamente cerca de ella aunque es un agravio comparativo con el resto de visitantes que si pueden subir un escalón. Y el tema pasa a ser algo peligroso cuando te obliga a ir por la carretera hacía el restaurante. 

Después pasamos por los animales de granja y el espectáculo de aves. En esa zona hay aseos pero ninguno accesible. Hay que ir un poco más lejos para encontrar una cafetería con un baño adaptado con dos barandillas pero especialmente estrecho. Parece que en este gran parque no hay un criterio de accesibilidad unánime. Agotados ya, decidimos coger el coche en busca de los elefantes y volver a casa. El paisaje es maravilloso y vimos varios animales en sus cercados por el camino. Aparcamos en la zona de elefantes y un nuevo bordillo me ponía en zona de segunda para ver a los grandes paquidermos. Se extendían por una gran colina una numerosa manada. 

La cueva del Soplao. Aquí me aseguraron que si que era una visita 100% accesible y es un lugar único, mágico. La vista empieza en un tren de vagones pequeños pero si no puedes bajar de tu silla, alguien te acompaña hasta donde para el tren. Yo subí al tren y al llegar a la cueva me esperaba una silla de ruedas manual que empujó durante toda la visita mi marido (una gran prueba de confianza). Pude ir con el grupo en todo momento salvo en el momento que tuve que superar 30 escalones con un montacargas. Realmente, fue  increíble estar ahí, en un espacio tan mágico, bello y recóndito y, a la vez, tan accesible. Queda claro que la accesibilidad es cuestión de voluntad.

A la vuelta paramos en Zaragoza en un hotel Ibis con una habitación adaptada excelente. El centro histórico, la basílica del Pilar, el Tubo.... Toda una experiencia. Subí a una torre del Pilar, a 97 metros de altura, esa experiencia con el fuerte viento que hacía me resultó bastante incómoda. Al día siguiente, quedé con una amiga que vive allí. Fue cuanto menos divertido o patético cuando le comenté mi necesidad de ir al baño y, sin dudarlo, me guio hasta unas oficinas del Gobierno de Aragón que fueron su antiguo instituto. Realmente, una situación curiosa.  La cuestión de los baños da para otra amplia entrada. 

Esta crítica podría ir dirigida fácilmente a mi ciudad o a cualquier ciudad de España, donde la accesibilidad no es 100% lamentablemente ¿Por qué en mi ciudad no sufro la falta de accesibilidad? Por que después de años viviendo aquí me conozco las calles, los bares, los restaurantes, los aseos públicos.... Aunque, comparativamente, los establecimientos que cumplen la ley quizás sean similares en Santander o Zaragoza... En mi ciudad, los conozco todos, así como el itinerario de las calles accesibles. Por tanto, la frustración es mucho menor.



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