A Miquel le hemos quitado la barandilla de la cuna. Ante mi fustración de no poder dormirlo por las tardes he culpado a la barandilla y la hemos sacado. La hemos sustituido por la barrera de cama que utilizabamos para el colecho. Es lo bastante alta como para ser segura y lo suficientemente corta para que yo la pueda bajar accionando los dos puntos diseñados para ello a la vez.
Esto no ha cambiado casi nada. Miquel sigue sin hacer las siestas a diario pero le encanta subir y bajar de su camita solito cuando la barrera está bajada. Por la noche no tenemos ningún miedo de que se caiga ya que el hueco que queda a cada lado es de un palmo como mucho.
Una noche de estas se despertó a las cuatro de la mañana, llorando (suponemos que por una pesadilla) fui a su habitación y se adormacía al pecho pero no había manera de meterlo en la cuna ya que volvía a llorar desconsoladamente. A las siete de la mañana me lo llevé a mi cama con la simple intención de calentarnos un poco bajo la colcha ya que he perdido la esperanza de colechar con Miquel. No fue tan mal como me temía pero el niño no durmió nada ni yo tampoco. A las ocho nos levantamos y empezamos a hacer vida normal: El niño a jugar y yo a desayunar y poner la lavadora. Cuando lo fui a vestir, se caía de sueño y lo acosté sin problemas en su cuna hora y media. Ese día tampoco hubo siesta y yo aguantando el tipo... Al día siguiente, la siesta la hizo encima mío mientras yo hacía la compra en el hipermercado a las seis de la tarde. Y así vamos haciendo.
Hoy se ha levantado antes de las ocho, ha estado toda la mañana conmigo sin ir al parque y milagrosamente no me ha costado nada que se quedara dormido en su cuna. A ver si recupera el hábito de las siestas....
1 comentario:
Tu descripción es tan cool .. suena como la historia de la bebé de mi amiga.
No tengo ninguna bebés, así que creo que no puede entender.
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